¿Proyecto o banda?, sobre la importancia de un tercer disco.

 

El sano y duro camino a un legado musical.

 

Repetia mucho Borges una frase del escritor Alfonso Reyes “Publicamos para no pasarnos la vida corrigiendo los borradores.”
Cuál debería ser el principal propósito de un artista, ¿ser famoso o ser relevante?, ¿buscar el impacto más inmediato posible, o digamos, construir un mensaje trascendente en el tiempo? En el caso de la música, especialmente de la historia del rock y el metal, estas preguntas marcan un importante derrotero, de la respuesta que en el ejercicio de sus carreras dieron diferentes bandas a estas preguntas, consiente o inconscientemente, resultaron  la aparición de one hit wonders, glorias pasajeras, carreras largas o la consolidación de verdaderas leyendas en  el “largo camino a la cima del rock and roll”.
Para una gran parte de fanáticos y sobre todo de aquellos que adoptaron el rock y el metal como forma de vida, se sigue asumiendo que dentro de esta música la comercialización extrema, la condescendencia a las modas, la aceptación de las fórmulas repetidas de fácil acceso y el desarrollo de formas de exposición encaminadas únicamente en la búsqueda de un lucro rápido, son una cadena de acciones cuestionables que alejan del “arte y el espíritu” de este estilo musical. Para sus creadores; sin embargo, esto es mucho más problemático en un país sin un mercado de consumo masivo del género, en el cual producir es mucho más complejo económicamente y, por tanto, los lanzamientos son cada vez menos.  
Por otra parte, aquellos espacios donde las bandas pueden exponerse y tratar de llegar de manera amplia al público, también son escasos y aquellos posibles, en su mayoría, son subvencionados por el Estado y gestionados de tal forma que los escuchas acceden casi siempre gratis o por costos muy bajos que no retribuyen a cada proyecto, impidiendo que estos puedan grabar de forma medianamente continua nueva música.  
Ahora bien, también se ha dicho mucho acerca del constante surgir y desaparición de proyectos musicales cada año, sobre todo para presentarse en tarimas de festivales en las que una vez llegados a ese momento efímero de fama, las bandas desaparecen, se disuelven o regresan en una versión con otro nombre y algunos nuevos integrantes, entonces ¿qué pasa con esas bandas?.
Dichas problemáticas no tienen ni pueden tener, claramente, una única respuesta, simplificar los problemas siempre es algo negativo, pero considero que se puede comenzar a entender el problema a partir de tres aspectos esenciales, entre muchos otros, claro, pero en mi experiencia siguiendo bandas nacionales los veo como puntos en común. Inicio por dos cosas, las dificultades económicas, primero, siempre existentes en todo emprendimiento para esta tierra colombiana y segundo, la imposibilidad de consolidar una banda por la inconsistencia de los músicos. En la medida que los artistas deben escapar a otros lugares con mejores oportunidades, pero también el que tener una banda implica casi formar una familia y mantener un objetivo vinculante, es difícil cuando muchos solo quieren tocar como sea, haciéndolo en cuanta banda pueden. Ahora, ni hablar de quienes quedados en ideas y estrategias, esperan que exista un manager o líder que haga todo el trabajo “sucio”, es decir, gestionar toques, redes sociales, imagen, alianzas, asesorías, convocatorias, búsqueda de medios, legalizaciones, registros y burocracia, etc, etc etc.
Pero es en un tercer aspecto en él que quiero profundizar, el tema de la planeación y de la proyección. Me explico, inicialmente se nota un gran entusiasmo a la hora de presentar una banda nueva y de realizar lanzamientos debut, momento en el que todo parece fluir producto del impulso y de la novedad. Aun así, generalmente son agrupaciones llevadas por un ímpetu momentáneo de creatividad en el que se olvida que el trabajo del artista no es difuso y ni de divagaciones, no termina con la grabación de un álbum de diez canciones promedio, con el que pretenden tener un éxito inmediato. La falla es apostarle todo al debut, esperando demasiado para tener más canciones, esperando demasiado de los resultados en corto tiempo, y esperando una fama irrepetible para bandas de rock que solo fue real en la explosión de los años ochenta para el mundo anglo y en los noventa en Latinoamérica.
Los medios de comunicación ayudaron a crear un relato de cuento de hadas y cenicientas de la música que despegaban a las alturas con solamente un sencillo y de inmediato pasaban a llenar estadios y realizar giras mundiales; sin embargo, estoy seguro que dichos casos no representan ni el diez por ciento de las grandes bandas, las grandes que fueron grandes por carreras largas, fructíferas y creativas.
Contrario a lo que se piensa, la proyección consistía en alcanzar el famoso hito del “tercer álbum”, antes era común encontrar reseñas donde se hablaba de cosas tan importantes como, la consolidación de un estilo, el sonido propio, el alejamiento de las raíces demasiado evidentes de las primeras obras, el enfoque de pasar de un proyecto musical a tener una verdadera banda, aquella cuyo nombre suele ser más que la suma de individualidades, donde las ideas de un colectivo son puestas al servicio de la creación de una obra artística.

 

En Colombia, como caso particular y casi inédito, es posible encontrar numerosos ejemplos de bandas que tras veinte años de un Ep o un disco continúan girando con lo mismo, haciéndose llamar representantes y embajadores de la música, sin siquiera sobrepasar una veintena de canciones, sin obra, sin un catálogo. Claro que sí, se reconoce como siempre el papel de aquellas propuestas que cimentaron el camino y dieron los primeros aportes a la formación de un rock nacional, pero la nostalgia exacerbada ha servido para invisibilizar muchas agrupaciones muy productivas que han trabajado constantemente y plasmado sus ideas, materializándolas más allá del éxito o el reconocimiento comercial, bandas que incluso siendo ninguneadas en los circuitos under siguen adelante a pesar de todo, porque, románticamente o no, lo que los mueve es la música, su arte en sí.  Bandas que trabajan con sus propios medios y no caen el eterno círculo vicioso de los anuncios grandilocuentes, “se vienen cositas”, “esto es lo mejor que hemos grabado”, “ahora si después de tanto tiempo nuestra nueva canción” y que solo se quedan en palabras. 
Este factor en el que las bandas no se proyectan, no planifican su carrera, no se ven más allá de su primer obra, está relacionado en efecto con las dificultades económicas, pero también con un aire de egocentrismo y de perfeccionismo injustificado, muchos se llaman a sí mismos los mejores músicos del país, otros consideran que si no graban con el mejor productor europeo es mejor no hacer nada, ¿Pero acaso esto fue así siempre?, creo que solamente ocurre aquí donde los mitos son aceptados como verdades. Veamos pues algo de historia internacional. 

 

Inglaterra años sesenta. En 1965 los Rolling Stones lograron el primer puesto en EE.UU con álbum Out of Our Heads. La banda se formó oficialmente en 1962, llevaban probando aproximadamente tres años con formaciones previas, fueron entonces un mínimo de seis años de carrera en el que lanzaron cuatro álbumes y múltiples sencillos,  40 canciones en promedio. 
Otra banda llamada The Quarry Men, formada por un adolescente John Lennon en 1956, recluta en el 57  al más joven Paul MacCartney, deciden llamarse The Beatles en el 60, logran su primer éxito en Inglaterra en el 63 y el reconocimiento mundial con el tercer álbum A Hard Day’s Night del 64. Una carrera de mínimo siete años y más de treinta canciones. 
Deep Purple tuvo ocho años de carrera antes de conseguir un sonido y reconocimiento necesario para girar, sus músicos iniciaron casi desde los 16 años en general. Ronnie James Dio luchó en solitario y con bandas desde el 57 antes de alcanzar verdadera fama con Rainbow en el 75, sí, ¡18 años de carretera, llevaba el hombre reconocido como la voz que definió el metal antes de ser medianamente famoso!.
Un nombre muy conocido, Iron maiden, una banda que es el resultado de las intenciones de un bajista llamado Steve Harris. Cuando grabaron el primer álbum estaban compuestas todas las canciones del segundo, igual que paso con Black Sabbath, Led Zeppelin y muchas más. Harris tuvo más de cinco formaciones previas desde 1972 cuando arranco su carrera con un proyecto llamado Gypsy’s Kiss, hasta que consolido a Maiden con el tercer álbum, The Number of the Beast de 1982, 10 años escalando. 

Sin extenderme demasiado, Badmotorfinger (1991) de Soundgarden, Aenama (96) de Tool,  OK Cumputer (1997) de Radiohead, ,  Songs for the Deaf (2002)  de Queen of the Stone Age, son algunos pocos ejemplos de como se conjugan el sobrepasar el ímpetu del debut hasta el mínimo de una tercera placa discográfica, tocar por al menos 5 años, formar un catálogo más o menos amplio de canciones para ofrecer y sobre todo de esa famosa frase atribuida originalmente a Neil Armstrong, que suele rezar una amiga querida quien se mueve mucho en este medio; lo que toca es insistir, persistir y nunca desistir, todo antes de decir que no vale la pena, que no hay apoyo, cambiar de banda o siquiera contemplar colgar las guitarras. 

Este año regresa Rock al Parque, el cual en Colombia genera, inevitable y notoriamente, un ambiente de reflexión y debate acerca de las bandas de rock y metal nacionales, a veces profundo, otras tantas demasiado enardecidas; sin embargo, casi siempre con cuestionamientos razonables y constantes sobre los requisitos de la convocatoria, la presentación de algunas bandas que parecieran repetir cada año, la pertinencia de ciertas propuestas con sonidos alejados del rock, demandas por hechos de corrupción, las más que cuestionables opiniones y declaraciones de los funcionarios u organizadores, etc.  Así mismo, una de las más constantes preguntas, que seguramente se ha hecho usted también quien lee esta columna, y es ¿qué pasa con las bandas después de Rock al Parque?, Las respuestas pueden ser muchas, para mi juicio personal en la mayoría de los casos, por duro que suene, es que no son bandas, simplemente muchas eran apenas proyectos, muy buenos esos si, pero sin proyección alguna.

 

Por Luis López Huertas

(Lectófago y Audiomante)

 

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