Alan White, Un gigante bajo el sol

Hoy tres artistas coincidieron infortunadamente en dejar este mundo, un actor, Ray Liotta a quien siempre se le recordara como quien desenmascara el lado más siniestro de la mafia, la traición, en la gran película de Scorsese, Goodfellas, y dos músicos; Andy Fletcher tecladista de Depeche Mode, de quien no puedo profundizar demasiado, y el destacadísimo y virtuoso baterista Alan White, quien milito principalmente en la banda pilar del rock progresivo, Yes. Personaje, que además me hace escribir estas pocas líneas no sin antes recordar que apenas han pasado unos días desde la desaparición de otro músico gigante, el mítico y revolucionario Evángelos Odysséas Papathanassíou, o simplemente, Vangelis.
Alan White no fue miembro fundador de Yes, llego para el quinto álbum de estudio, cuando la banda ya había grabado el que se considera su trabajo más recordado, no por los fans quienes tienen varias opciones, pero si por la mayoría del público y la crítica, el Lp denominado Close to the Edge, así como haber participado en la presentación de la experiencia en vivo, con el álbum doble Yessongs que recogía tremendas giras de 1972 y donde se se da la partida del baterista Bill Bruford, que se integró a King Crimson. De ahí en adelante la discusión de cuál de los percusionistas fue mejor para la banda no ha parado, pero no cabe duda que son dos de los más impresionantes músicos de su tiempo, a la vanguardia de la interpretación de su instrumento y quienes completan una trinidad de genios, como le gustaba categorizar a la gente en esa época, al lado del baterista de ELP, Carl Palmer.

Lo interesante de Alan White al unirse a Yes, tras acompañar a John Lennon en la Plastic Ono Band  y por lo cual creo que se ganó el puesto entre los dioses, es que coincide con la grabación de la obra más ambiciosa de la banda por entonces, el álbum Tales from Topographic Oceans. En la historia del rock se ha hablado mucho de los extremos, el extremismo de la oscuridad, de la pesadez, de la violencia o de agresión en el metal, como también el extremismo de la parafernalia y la teatralidad en el Glam, de la velocidad de los guitarristas shredders, o el extremismo de la ampulosidad y el barroquismo del metal épico y sinfónico, pero poco se recuerda que el extremismo inicio con la búsqueda de complejidad, profundidad, longitud de las canciones, ejecución técnica y virtuosa de los instrumentos nacida por allá a finales de los sesenta en este género tan difícil de asimilar como es el progresivo.  

En  Tales from Topographic Oceans, trabajo criticado y alabado por igual, se desarrollan canciones que pueden ser un viaje a la fantasía o una sesión insoportable de cosas inentendibles, depende de los gustos y capacidad de concentración, estado de ánimo y disposición del escucha, porque realmente es una obra caótica, un caos pensado y desatado para generar todo tipo de sensaciones, o te aburres o te explota el cerebro. Le toco justamente a Alan White poner la percusión acompañando los desvaríos, experimentos y desarrollos musicales que mezclaban lo más radical de free jazz, la psicodelia, los pasajes rítmicos de ambiente espacial y reflexivo con la improvisación desestructurada y frenética que podía pasar de la música concreta al ruidismo, colocando a Yes entre los predecesores de lo que posteriormente serían las bases de cosas aparentemente tan lejanas, como el rock industrial.

Con cuatro canciones que promedian entre los 18 y 25 minutos de duración cada una,  Alan White propone una batería que mantiene siempre el ritmo en consonancia con alguna melodía, pero pareciera que siempre es un solo larguísimo que él está ejecutando todo el tiempo, suena así su batería andando a su propio paso, pero de alguna manera y por obra de su talento no va en contravía de la canción, parando cuando es necesario ¿y qué músicos podían hacer todo eso?.
Él Tales es una de las piezas maestras del siglo XX, pocos trabajos musicales podrían a ser más radicales, llevando el talento a los límites y rompiendo todas las expectativas, arte para artistas, lo que solía definirse como anticomercial, solo para quienes querían ir más allá. No es pesado, no hay que confundirse, pero pocos tienen la fuerza para tocar o comprometerse así con algo, incluso para apreciar un disco de esta especie, más cuando se ha perdido la costumbre de escuchar álbumes enteros. Si White no hubiera grabado nunca más, y claro que toco en muchos proyectos posteriores, con solo participar de este Frankenstein sonoro ya se abría hecho una leyenda indiscutible.
Ojalá sea una oportunidad para oírlo, generalmente quien escribe compartiría un link a un solo y alguna indicación de los minutos exactos donde White rompe en su ejecución la forma de tocar la batería, pero prefiero dejar una canción completa que representa parte de lo mejor de ese álbum fundamental, el tema The Ancient (Giants Under the Sun), 18 minutos y medio de extremismo artístico que dieron a conocer al mundo a uno de los mejores de todos los tiempos. Cabe anotar, finalmente, que el sentido de ese primer álbum de Alan White con Yes, es conceptual y pretendía desarrollar la experiencia de la meditación profunda, expuesta en los textos de  Paramahansa Yogananda, en donde esta canción está dedicada a los «Puranas», los tiempos antiguos, tiempos en que los gigantes como Alan Whte vivían con nosotros los mortales. Drumming In Peace. 

 

 

Por Luis López Huertas

(Lectófago y Audiomante)

 

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