¿Qué paso en Rock al Parque 2022?

Un duro y frío retorno

La pandemia nos devolvió aproximadamente doscientos años, cuando los conciertos masivos no existían ni en los sueños de la gente. Vivir una experiencia como la de un concierto multitudinario, con un número amplio o excesivo de artistas, al aire libre, no solo no era posible, incluso podría ni siquiera haber existido o tal vez no tener sentido en un mundo sin energía eléctrica que logrará amplificar la música y transmitir suficiente emoción para ir más allá de escuchar.
Nuestra experiencia actual incluye ser parte de un ritual en el que el público interactúa casi con la misma importancia que el protagonismo que los artistas toman en la tarima. En un concierto con miles de personas, todos los elementos confluyen para determinar una experiencia multisensorial y dinámica que pueda ser agradable. Y no solo agradable en términos de la aceptación de los sonidos, esto incluye condiciones y ambientes necesarios para que exista una disposición personal en el que se pueda asimilar la diversidad de propuestas y, hablando de rock, poder entrar en comunión con las guitarras, bajos, la distorsión y los riff.   
El pasado 2022 fue un año de reactivación muy importante para la música rock y metal, ya que no han sido pocos los eventos privados en casi todos los fines de semana con buenos resultados, en los que han desfilado importantes nombres de diversas épocas, permitiendo disfrutar como nunca de artistas que por años fueron renuentes, sea por condiciones técnicas o falta de demanda, a presentarse en el país; sin embargo, esto también ha apretado bastante el bolsillo de los fanáticos más acérrimos de los conciertos, quienes han tenido que enfrentarse como pocas veces a decidir a qué conciertos ir o no.  Aun con lo anterior, es evidente las ganas de congregarse tras las cuarentenas extendidas y aunque con diferentes resultados, se ha visto un movimiento fuerte de público que parece entusiasta ante tanto evento internacional. Lastimosamente, sigue siendo mucho menor el apoyo a la escena local que ha retornado a las tradicionales dinámicas de bares y venues donde los tributos ganan el protagonismo. 
Es por lo anterior que el retorno de Rock al Parque es uno de los eventos más esperados del año, ya que como tradición y escenario emblemático, es bien sabida su relevancia en el país y en especial para la capital que generalmente expone sus grandes números de asistencia, como uno de los mayores logros culturales cada año. Basta recordar los récords del 2019 con el famoso cierre de Juanes y un cartel de mucha y típica controversia, pero también, de mucho atractivo. 
Luego de esa sonadísima versión del festival, llegó la pandemia y durante el 2020 hubo que conformarse con la transmisión en redes sociales de algunas presentaciones más o menos memorables registradas en video. El recurso del festival se entregó en becas y estímulos, mientras que el 2021, muy a pesar de las bandas que anunciaron que estarían en Rock al Parque y la subsecuente confusión en el público, lo que se desarrolló fue el “Festival IDARTES 10 años” los lluviosos días 20, 21, 27 y 28 de noviembre, donde se reunieron en el Parque Simón Bolívar, aproximadamente 50 artistas distritales de diversos géneros como Jazz, Blues, Hip Hop, Rock o Metal. Con este evento se especuló de nuevo sobre ese gran temor entre los que más queremos el rock, que las instituciones encargadas reunirán todos los festivales al parque en uno solo.  
Por fortuna, no fue así y tras dos años de “aislamiento preventivo”, cerca a la mitad del año 2022, se realizaron los primeros anuncios del retorno del Festival Rock al Parque en toda regla, indicando que se realizaría durante cuatro días distribuidos en dos fines de semana, específicamente en las fechas de 26 y 27 de noviembre y  3 y 4 de diciembre, reuniendo un cartel con 87 agrupaciones, en las tradicionales tres tarimas del parque. 
Es así que en esas fechas retornó una cita casi imperdible, en la cual descubrir nuevas propuestas, ver los proyectos locales de sus amigos o bandas emergentes, volver a presenciar los grupos más tradicionales del país, asistir gratis a shows de bandas internacionales o simplemente “parchar,” que es un plan tan propio de la ciudad, como subir a Monserrate, y claro está, es también el combustible para discusiones musicales en los escenarios físicos y virtuales, lo cual de hecho, es bueno. 
Es bien sabido que desde hace varios años el festival propone un eje temático en torno a su concepto de diversidad, el cual varía de tanto en tanto, aunque con él se justifica la presencia de múltiples propuestas del rock, sus derivados y otras músicas, no rock, más bien, sonoridades que van desde el folklore, la electrónica o las fusiones y por ello, en cada versión se esperan de la misma forma los nombres de las bandas internacionales, como de bandas eje de la polémica anual. En esta oportunidad se anunció un enfoque de género, incluyendo un gran número de agrupaciones con una o varias mujeres en sus filas. 
En la curaduría nacional, al finalizar las audiciones los jurados presentaron una carta señalando que era importante incluir más mujeres en los proyectos, ya que no se presentaron tantas, por otra parte, en el booking internacional eso introdujo una banda de cumbias argentinas que se presentaron por todas partes como “hartas del rock y sus dinámicas”, dejando en el ambiente varias dudas, entre ellas, ¿si lo que se busca es resaltar la obra artística y el talento, o es demostrar que se está al día y de cualquier forma con el discurso social y político más vigente así no tenga nada que ver con el rock que da título al festival?.
Dark Room Network tiene una línea editorial marcada dentro del rock y su espectro, como se comprende a nivel internacional, en la cual distamos de géneros como la cumbia, que pertenecen a otras vertientes musicales iguales de válidas e importantes, pero que sin duda no tienen cabida en un festival cuyo nombre resalta al rock, así como el black metal no tiene cabida en un festival de cumbia. Teniendo en cuenta lo anterior y en medio de este extenso contexto, pasó a describir nuestra experiencia desde Dark Room Network, no sin antes señalar que, aunque quien escribe ha cubierto el festival en múltiples ocasiones, fue la primera vez que se asiste como medio al mismo, así que la emoción y la expectativa era aún más amplia, es asi que estas son las propuestas que más nos gustaron y aquellos puntos buenos, malos y por mejorar que siempre se encuentran en Rock al Parque.
Lo buen, lo malo y lo feo… 
En primera medida, Rock al Parque es un festival difícil sin duda por su locación, puede que la gente se queje del sonido, pero hacer un triple concierto al aire libre siempre tendrá dificultades acústicas pero para la ocasión fueron pocos los baches técnicos, siempre será importante resaltar el tamaño inmenso de las tarimas de la plaza principal y la denominada Bio, los mismos artistas extranjeros señalan que tiene un tamaño adecuado y acorde al promedio de festivales internacionales, y puede que siempre existan más grandes, pero también siempre son muchas más las que no. Desde esas enormes tarimas el aplauso es para la producción y el backline que logra que todo corra con gran solvencia, llueva o no.
Hablando específicamente de las propuestas musicales se destacan el primer día y el arranque; en el escenario Bio las agrupaciones Ynuk, que se autodefine como metal andino ancestral y cuya principal característica en escena es su performance lleno de ritualidad y simbolismo indígena – campesino ejecutado por un numeroso conjunto de músicos y, en el que se tributa a la historia de los pueblos originarios recordando la mitología y la violencia de la conquista.  Ynuk es en estricto un folk metal que incluye de forma atractiva instrumentos tradicionales, letras y discursos llamativos con historia, sonidos andinos que pocas veces se han logrado mezclar con acierto con el metal sin que el resultado no sea chocante, lastimosamente su producción aún es escasa contando con un ep y algunos lanzamientos en video. 
Así mismo, para los más fieles del metal nacional, era esperada la presentación en la plaza principal de Blasfemia, pioneros del Ultrametal y Metal medallo que, comandados por el señor Ramón Restrepo, no decepcionaron a los que llegaron temprano al parque. Desde su presentación en el R.A.P de 2018 se sentía que la banda requería de la tarima principal. Al tiempo, los ya veteranos Ursus, con sus tres álbumes, han logrado una comunidad de seguidores fieles. Ursus es una especie de leyenda local y logra convocar público que gusta de ese speed thrash metal con voces agudas y chirriantes, las letras de Ursus son directas y antisistema, las que también han logrado quedarse en los fans, siendo de las pocas bandas donde la mayoría de asistentes corean fuerte, otro mérito. 
En la Tarima el Lago, ahora denominada Radiónica, se destacaron por impactar en la concurrencia, las agrupaciones Sharon Tate y sus invitados, emparentada en la línea de unos Cuentos de los Hermanos Grind o los Compadres Recerdos, utilizando ciertos clichés efectistas como las máscaras llamativas, generosas dosis de sarcasmo y groserías gratuitas, se hicieron acompañar de dos chicas trans y presentaron mucho humor y referencias a músicas populares. En general un espectáculo de divertimento variopinto, sin pretensiones musicales. El sonido hardcore antioqueño estuvo muy bien representado por Control, brutalisima banda que despliega talento en letras, ejecución y potencia escénica por partes iguales, la mejor del día en dicho escenario, que se complementó más tarde con una gran presentación de los viejos conocidos y muy eficaces Nepentes. 

 

Volviendo al escenario Bio no se puede dejar de nombrar la seguidilla de excelentes bandas que pasaron una tras otra a destruir el escenario con metal del bueno, unos Scum de Manizales que viene moviéndose permanentemente entre escenarios nacionales y un death metal frontal, la cuarta presentación de Herejía en el parque que sigue amenazando con el nuevo larga duración y la nostalgia aún viva por la partida del comandante en jefe Ricardo Chica Roa, y si esa nostalgia no fue suficiente, el hit anotado que llevó al clímax fue usado por la banda sueca Frantic Amber, al sacarse del manga el cover de “Lenguaje De Mi Piel” de Kraken, en un español más que aceptable y con un remate bastante agresivo a su propio estilo, pero también es de anotar que la banda por sí sola tiene bastante plus, su juventud, su formación transnacional que incluye un baterista de origen colombiano y su propuesta de metal con tintes thrash y death melódico, así como la búsqueda de romper con el estándar de agrupaciones femeninas enclavadas en los sonidos del sinfónico, hacen de Frantic Amber una perla muy notable en el mar de lanzamientos. Posterior a ellos, Masacre, la mejor representación nacional, termino la noche con broche de oro para este escenario dando cuenta de una vigencia y puesta en escena aún brutal tras tantos años en la carretera.
En la plaza principal lo que se destacó en el resto de la tarde fue Crypta, demostraron que de esa escisión con Nervosa, los fans ganaron dos bandas con propuestas llenas de  personalidad y productos propios, donde la banda de Fernanda Lyra destaca por la potencia  de su voz y mayor agresión en su música. Suena peligroso y amenazante, tienen mayor énfasis en la violencia que las define en un death metal más directo. Asimismo llamó la atención las holandesas de Asagraum, un black metal trío que quiere jugar en el terreno de la old school escandinava, acudiendo a la lista clásica, corpse paint, ocultismo y producción cruda.  Inmediatamente, fueron las presentaciones de Batushka de Polonia y Watain de Suecia con dos formas diferentes de entender el black metal. Los polacos presentan el elemento sinfónico como base de su sonido, que más allá de la parafernalia simbolista de la iglesia ortodoxa que han utilizado y con la cual lograron llamar la atención de su público y los curiosos, no presentan un show realmente dinámico, por el contrario, interpretan todos los temas sin moverse de su puesto, las visuales corresponden apenas a una imagen muy vistosa de una catedral que nunca cambia y hace que en definitiva, después de tres canciones no exista un performance real de la banda. Por su parte, Watain no contó con el mejor sonido, pero con show satanista en pleno, deja una impresión fuerte y dinámica en la presentación de su black metal tradicional.
Lo mejor del día en el apartado colombiano fue, sin dudas, Vitam et Mortem. La banda originaria del municipio de Carmen del Viboral, que ya supero los 20 años y su experiencia, evidencia una banda en plena madurez, que domina el escenario, conecta con los fans, brinda dinámica en sus temas y puesta en escena, directa, fuerte, que maneja los prototipos de los géneros extremos, pero que se asume de forma seria sin caer en los clichés o  la autoparodia del común de grupos de black. 
Una vez superado el día del metal, el festival se desarrolló con la tradicional mezcla de subgenros, donde se destacaron bandas como Las Tres Piedras de Pasto, un grupo de sonidos eclécticos que incluyen una potente voz femenina, capaz de desagarrar guturales o dulces melodías por igual, desarrollan teatralidad y misticismo, así como sonidos alternativos duros que los acercan de tanto en tanto al metal. Propuestas de punk alternativo y grunge como la Elis Paprika de México se sobran en fuerza y poder en el escenario, para las tarimas Bio y Radiónica nombres conocidos en la escena local como Yooko y Lao Ra la dieron toda para la cuota nacional, pero la muy rockera fusión de ritmos de los colombianos Hello Yak, que hasta pasaron al pop alternativo un tema de Motohead, hizo que el ambiente para la caída de la tarde fuera potente y ganáramos en el rock que se fue diluyendo en el resto del domingo cuando llegaron las presentaciones pop de Cristina Rosenvinge y Miranda, y en medio, la muy descafeinada y poco pertinente participación de Las Cumbia Queers, vale decirlo, tuvieron su público, pero poco tenían que ofrecer para un festival donde predomina el rock.

 

El sábado 3 de diciembre dedicado más al punk y sus vertientes, grunge o hardcore y ska, se esperaba un gran nombre como Discharge, que no defraudo en nada, pudimos disfrutar de propuestas muy energéticas y feroces como Sin Pudor y Rattu Rattus de Bogotá, punks a la vieja usanza, renovación necesaria acompañada de los tradicionales I.R.A y Mutantex de Medellín, dos generaciones de bandas que mantienen en alto el género.  
Por ultimo, el domingo 4 diciembre y último día del festival que se sintió innecesariamente largo. En total, más de 92 mil personas asistieron a Rock al Parque 2022 en su primer fin de semana. “Sabemos que la ciudad y el país han tenido una temporada invernal compleja, pero vemos que la gente ha respondido muy bien al llamado”, señaló el director del Idartes, entidad que organiza el evento. El día comenzó por lo alto con las presentaciones de los clásicos colombianos con Titán, la  banda formada por los componentes fundadores de Kraken y quienes participaron indistintamente en sus primeros cinco álbumes, una historia largamente conocida. La banda presentó de forma magistral los temas clásicos, recuperando el sonido primigenio que tanto gusto a finales de los ochenta y principios de los noventa, presentaron además el tema nuevo “no quiero que mientas”, siendo una de las aperturas que sin duda será memorable en el tiempo.
De igual forma Kronos hizo su segunda presentación en R.A.P, desde 2008 no participaban y es inexplicable como una de las mayores glorias musicales del país, se ha presentado mucho menos que algunas bandas que prácticamente no han perdido un lustro sin subirse a esas tarimas y que se justifican bien poco. No hay manera en que la experiencia y profesionalismo de Kronos se ponga en duda y mucho menos la calidad vocal de frontman insignia Jorge Fresquet, su calidad y técnica vocal es sorpréndete y se mantiene aún con el paso de tantos años en unas notas altísimas, sin más palabras 10 de 10.  Lo nuevo que se destacó durante el último día poco se puede decir, pero no se puede pasar por alto la propuesta de Andrés Guerrero & Las Luces, gran experiencia en escenario, con una amplia trayectoria y una mezcla de sonidos experimentales, alternativos, influencias jazz y psicodelia, gran cóctel que representó bien la cuota nacional en un día dedicado a los invitados internacionales, y cuya apuesta por lo nacional se centró en el retorno, que la misma banda se había comprometido a no hacer, de 1280 Almas, quienes convocaron con éxito. 
Finalmente, los invitados internacionales del rock y heavy que la rompieron y dieron gusto a los fans más ocasionales del festival que suele llenar el parque a tope fueron las encantadoras y geniales chicas de The Warning, una banda como pocas en el continente, que ha roto las fronteras con verdadero rock, nada de fusiones, apostando al hard – heavy y rock alternativo, fuerte y directo pero con mucho gancho, teniendo ahora mucho mayor fanaticada tras esta segunda visita al festival. Nada menos se podía esperar de Epica, una especie de primer cierre, el cierre del rock concreto, con el parque a tope, un repaso rápido por su historia de heavy melódico y sinfónico power, hicieron retumbar el parque y Simone Simons compartiendo el liderazgo y la presencia dinámica con los demás miembros del grupo. El cierre verdadero corrió a cargo de La Maldita Vecindad y Los Hijos del Quinto Patio, una fuerte representante del rock latino, ska, punk alternativo, directo, del movimiento de rock mexicano de los noventa que conecta y convoca como pocas. Para el público amplio fue un excelente cierre y sus clásicos como Don Palabras, Pachuco, Solin o Kumbala son incombustibles sones en la memoria nacional que bajo la dirección del frontman Roco Pachukote se congregó en un ambiente muy fraterno. 
Esperamos Rock al Parque para el 2023 siempre a la expectativa de que ocurran cambios y se mantenga lo bueno, porque siempre puede ser mejor. 

Click para la galeria fotográfica

 

Por Luis López Huertas
(Lectófago y Audiomante)

 

Comparte y vive del lado rock de la vida

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *